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Refrescos para sedentarios

Foto del escritor: Victor ChoraVictor Chora

Más que la discusión en torno a la conveniencia o no de un impuesto a los refrescos, hay que examinar la cuestión de sus efectos sobre la salud de las personas.



Y el Senado de la República no aprobó el impuesto de 5 por ciento a los refrescos. En relación a ese tema,

casualmente escuché la animada discusión entre un senador y un comentarista de radio. El senador justificaba su voto en contra del gravamen con el argumento de que los refrescos forman parte de la canasta básica de los mexicanos. Por su parte, el comentarista le replicaba que eso tampoco convertía a los refrescos en agua bendita.

Difícil es el tema, puesto que siempre existen argumentos a favor y en contra de ése o cualquier otro tipo de impuesto.

Haciendo a un lado el aspecto recaudatorio, un argumento a favor del impuesto sería que, dado que existe evidencia de que el consumo exagerado de refrescos es causa de obesidad, y dado que la obesidad es un factor importante de ciertas enfermedades crónico-degenerativas como las del corazón, la diabetes e incluso ciertos tipos de cáncer, entonces la ley de la demanda implica que un mayor precio de los refrescos, debido al impuesto, conducirá a una caída en su consumo y, por ende, a la mitigación de un factor de riesgo para la salud.

Sin embargo, como ya se dijo, deben considerarse también los argumentos en contra del impuesto, que pueden ser muchos y muy variados.

Por ejemplo, un argumento que cobra cada vez mayor fuerza en este tipo de discusiones es la omisión que a menudo se hace de la satisfacción que obtienen las personas al consumir tal o cual producto, aun a costa de un potencial daño futuro a su salud.

Esto quiere decir que el análisis de beneficios y costos no debe excluir, en la par- te de los beneficios, el placer que en este ca- so provocaría en una persona el consumo de refrescos, aunque igual podríamos es- tar hablando de cigarros o cualquier otro producto.

Ahora bien, un argumento en contra de lo anterior es que existe un “problema de in- formación”, el cual significa que la gente podría no entender suficientemente bien los daños que puede causar a la salud el consumo cotidiano de refrescos; lo anterior cobra- ría más fuerza todavía cuando se trata de los niños. De hecho, en otros países se ha llega- do a proponer que se prohíba la venta de re- frescos en las escuelas.

Importante es también que las personas podrían no dimensionar adecuadamente, en el presente, los verdaderos costos que enfrentan, ya que mientras que el placer obtenido es inmediato, los costos se pagan en el largo plazo.

Otro argumento que podría utilizarse en contra del impuesto sería que, más que el consumo de refrescos, un factor de mayor relevancia para el incremento de la obesidad en las personas es el aumento observa- do en las actividades de tipo sedentario, es decir, la ausencia de ejercicio.

De hecho, existen estudios que confirman lo anterior, y que señalan que los avances tecnológicos tendrían algo que ver con esto. Por ejemplo, se podría pensar que an- tes los niños dedicaban más tiempo a otro tipo de actividades, como jugar a las escondidas y a los policías y ladrones, mientras que ahora pasan más tiempo sentados frente a los juegos de video.

Y siguiendo con la tecnología, el argumento más reciente lo acabo de leer en EL NORTE, y se refiere a un estudio que no vincula a la obesidad, ni con el consumo de re- frescos, ni con la ausencia de ejercicio, sino más bien con la existencia de cierto tipo de bacterias digestivas.

En este estudio, publicado por la revista científica Nature, los ratones y las personas obesas presentaron mayores cantidades de un tipo de bacteria, firmicutes, y menos de otra, bacteroidetes.

Sin embargo, aún falta por hacer mu- cha investigación, ya que no se sabe a ciencia cierta si los firmicutes hacen que la gen- te engorde, o si las personas obesas desarrollan más este tipo de bacteria.

En lo personal, hasta ahora me con- vencen más los argumentos que giran a favor del impuesto. En un estudio desarrolla- do por el Seguro Social (Programa de Administración de Riesgos Institucionales 2006) se señala que en el 2005, tan sólo la diabetes mellitus significó un gasto superior a los 5 mil millones de pesos. Para 2025 se estima que el gasto en ese padecimiento podría aumentar a casi 19 mil millones, que equivaldrían a más del 12 por ciento del gas- to del Seguro de Enfermedades y Maternidad del IMSS.

Una dieta balanceada y ejercicio ayuda- rían a prevenir este tipo de enfermedades, sin embargo, los cambios en los hábitos de las personas son difíciles de conseguir. De hecho, el IMSS está haciendo una apuesta por la prevención como medida para evitar este tipo de enfermedades y mitigar un ma- yor gasto en el futuro, a través del programa PREVENIMSS.

Aunque este impuesto sea ya un te- ma muerto para el presente año, podemos estar seguros de que el debate seguirá, como sigue en otros países, esperando siempre que nuestros legisladores analicen a fondo todas las posibles implicaciones, anteponiendo siempre el interés general.


Victor Chora

Maestro en Políticas Públicas

Publicado en el periódico EL NORTE el 28 de diciembre de 2006

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