¿Cuándo despertará México a los crecimientos económicos sostenidos, como en Corea del Sur? La respuesta será qué tan dispuesto está a invertir en su capital humano.
El Presidente Felipe Calderón ha señalado que las tres prioridades de su gobierno serán el fomento al empleo, la reducción de la pobreza y de la inseguridad. Desde hace tiempo, los economistas y otros estudiosos de las ciencias sociales han investigado los efectos que podrían tener las políticas públicas en las tasas de crecimiento económico de los países.
Aunque parezca sumamente lógico, se ha identificado que la diferencia entre ser un país rico o uno pobre depende, en buena medida, de qué tan rápido crece ese país en el largo plazo.
Lo anterior se vuelve evidente al comparar países como Corea del Sur y México; mientras que el primero registró entre 1970 y 2004 una tasa real de crecimiento promedio anual en su producto por habitante de 6.1 por ciento, el crecimiento logrado por México durante ese mismo periodo fue de tan sólo 1.5 por ciento. Dicho de otra manera, mientras que en 1970 el producto per cápita de Corea era tan sólo la mitad del de México, en 2004 era ya más del doble.
¿Qué nos sucedió?, o mejor dicho, ¿qué no sucedió en todo este tiempo? Cabe decir que incluso afuera de nuestro país se hacen esa misma pregunta: basta con leer el título del artículo dedicado a México por la prestigiada revista inglesa The Economist:
“México, hora de despertar”. Cuando despertemos nuevamente, nos estaremos enfrentando a la ya muy llevada y traída cifra del 7 por ciento, pero la pregunta es: ¿cómo le hacemos? y la respuesta, como bien dice un spot de la Presidencia, es que “muchas cosas buenas tendrán que suceder para que vivamos mejor”.
En mi opinión, la elección de las tres prioridades citadas parece acertada, sobre todo si se les considera como los indicadores tangibles conforme a los cuales el Presidente pretende evaluar los logros de su administración. Al cabo de seis años, o quizás menos, Calderón se preguntará, y nosotros también, ¿cuál fue el incremento en el número de nuevos asegurados al IMSS? ¿Se incrementó el ingreso real per cápita de los mexicanos en términos reales? ¿Se redujo el número de personas en situación de pobreza extrema? ¿Me siento tranquilo caminando so- lo por las calles?
Sin embargo, la pregunta que nos hacemos en el presente es: ¿cuáles son las estrategias que va a seguir el Presidente y su equipo para alcanzar dichos objetivos prioritarios?
Un elemento que juega un papel preponderante en la consecución de dichos objetivos, y al cual creo que todavía no se le ha otorgado la atención adecuada es, sin duda alguna, la educación. En su concepto más amplio, la formación de capital humano que incluye inversión en educación, salud y otros aspectos del denominado “capital social” es un determinante fundamental para el crecimiento económico de largo plazo.
Revisando nuevamente lo que ha hecho Corea del Sur, se tiene que entre 1965 y 1995 ellos duplicaron el promedio de años de escolaridad de su población, pasando de 5 a más de 10. Asimismo, en lo que respecta a primaria y secundaria, su matrícula es casi el 100 por ciento de los niños coreanos, mientras que en preparatoria la matrícula es el 92 por ciento de los jóvenes (datos de la ONU, 1999).
Visto lo anterior, es mucho más fácil en- tender el por qué de tan altas tasas de creci- miento. Reconociendo que no sólo invirtieron en educación y que la desigualdad en el ingreso aún es importante en ese país, se tiene también que Corea ha reducido de ma- nera importante los niveles de pobreza de su población.
Aunque recientemente se ha comenzado a abordar el tema del financiamiento de la educación superior mexicana, no debemos perder de vista las verdaderas metas. La política educativa en México debe enfocarse en incrementar la cantidad de educación que reciben las personas, medida en años de escolaridad, pero también en incrementar la calidad de la misma, midiendo los logros alcanzados a través de la aplicación de exámenes de matemáticas y ciencias, cuyos resultados puedan ser compara- dos internacionalmente.
Varios estudios han demostrado que existe una relación significativa entre crecimiento económico y ambas variables, cantidad y calidad de la educación. En particular, la educación de las mujeres tiene impactos adicionales en el crecimiento económico, vía la reducción en las tasas de fertilidad, mientras que también existen otros efectos indirectos derivados de la capacitación de los trabajadores, vía la habilidad para adoptar y difundir nuevas tecnologías.
Nadie está descubriendo el hilo negro, pero ya es momento de despertar y hacer lo que hasta ahora no hemos hecho.
Victor Chora
Maestro en Políticas Públicas
Publicado en periódico EL NORTE el 17 de diciembre de 2006
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