En lugar de leyes de familia que sólo crearán más burocracia, ¿por qué no diseñar incentivos para que las familias manden a todos sus hijos a la escuela?
La mayoría de los cambios en la composición de las familias, ocurridos duran- te la segunda mitad del siglo pasado y el comienzo del presente, no pueden ser revertidos. Estos cambios han sucedido en una escala global y se atribuyen, principalmente, a una mayor participación de la mujer en el mercado laboral y a una utilización más extensa de las técnicas anticonceptivas. Lo anterior ha tenido como efecto una reducción en las tasas de natalidad, un retraso en la edad de la madre al nacimiento del primer hijo y una mayor independencia económica, y por ende legal, de las mujeres respecto a los hombres.
En este contexto, me parece que la iniciativa de Ley de la Familia para el Estado de Nuevo León no aporta elementos claros que justifiquen su existencia. La mayoría de los artículos contenidos en dicha iniciativa carecen de un sentido de aplicación práctica, por lo que su promulgación contribuiría única- mente a engrosar el número de leyes de que disponemos, al mismo tiempo que demanda- ría la creación de una estructura burocrática alterna al DIF y a otras instituciones que ya cumplen con esas funciones en los distintos órdenes de gobierno, a través del propuesto Instituto Estatal de Política Familiar.
Parecería incluso que modificaciones a otras leyes ya existentes, como la recientemente discutida Ley de Ordenamiento Territorial, podrían tener un impacto mayor en el bienes- tar de las familias, ya que la definición de un tamaño mínimo de viviendas y terrenos, de la in- fraestructura de servicios públicos que arropara a esas viviendas, de la disponibilidad de parques y espacios públicos recreativos, de la oferta de medios de transporte, de los mecanismos de financiamiento para acceder a esas viviendas, entre otras cosas, sí podrían afectar, para bien o para mal, el bienestar de las familias.
En la práctica, más que a decretos, las personas responden a incentivos; si lo que se quiere es fomentar un esquema de familia específico, por ejemplo uno en el que los padres inviertan lo suficiente en la educación y la salud de sus hijos, deben diseñarse e implemen- tarse las políticas que aseguren las condiciones para que esto se materialice, sobre todo, en el caso de aquellas familias que no lo hacen por una insuficiencia de recursos.
Por ejemplo, en el México rural es usual que los padres saquen a sus hijos varones de la escuela a temprana edad para ponerlos a trabajar en las tareas del campo; en el caso de las niñas es todavía peor, ya que muchas veces el padre ni siquiera considera necesario meterla a estudiar, ya que su futuro es y será tener hijos algún día y ser mantenida por su pareja. Programas como Oportunidades, antes Progresa, se concibieron con la intención de revertir esta situación, entregando incentivos económicos a estas familias rurales po- bres a cambio de que enviaran a sus hijos a la escuela y asistieran a revisiones médicas.
Sin embargo, aún persisten muchas familias en México que no invierten lo suficiente en la educación y la salud de los hijos, al tiempo que no reciben ningún apoyo del Gobierno. Específicamente, se trata de familias rurales que habitan en localidades en donde, por la falta de una escuela y/o clínica, no es posible que reciban los apoyos de Oportunidades, recibiendo en el mejor de los casos únicamente un apoyo alimentario.
Pero en esa misma situación se encuentran muchas familias pobres de las ciudades, inclui- do Monterrey, en donde los programas y acciones que se enfocan en complementar las in- versiones en educación y salud de los hijos son insuficientes. Al ser Nuevo León una entidad predominantemente urbana, es precisamente hacia este grupo al que deberían canalizarse la mayoría de las políticas y acciones encaminadas a fomentar el bienestar familiar, independientemente de la estructura familiar.
En este sentido, la iniciativa de Ley de la Familia propone en uno de sus artículos que“lare- muneración por el trabajo debe ser suficiente para fundar y mantener dignamente a la familia, sea mediante un salario adecuado u otras medidas sociales como los subsidios familiares”.
Como es obvio que para muchos hogares pobres la remuneración por el trabajo no será suficiente para mantener “dignamente” a una familia, quizás dicho artículo serviría como sustento para el otorgamiento de estos subsidios a familias pobres de Nuevo León, cuyos padres se comprometan a mantener a sus hijos en la escuela y los lleven de manera perió- dica a revisiones médicas; lo que a la postre sería una especie de “Oportunidades urbano”.
Sin embargo, lo anterior cabría perfectamente dentro de lo establecido en la Ley de Desarrollo Social existente, y se puede realizar a través del Consejo de Desarrollo Social que también existe, por lo que la Ley de la Familia, al igual que algunas otras, parece una Ley innecesaria, al menos de la manera en que está planteada.
Victor Chora
Publicado en periódico EL NORTE el 18 de diciembre de 2007.
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