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Hacia una nueva política social

Foto del escritor: Victor ChoraVictor Chora

Los programas sociales se han enfocado a las áreas rurales en detrimento de las urbanas; es tiempo de reconsiderar sus prioridades.



En su ensayo “El intelectual mexicano y la política”(1965), escrito por Daniel Cosío Villegas, excepcional historiador y economista pionero, se citaban los factores u obstáculos que enfrentaba el desarrollo de la vida democrática en México.

Primeramente, el factor de la geografía política; México es un país extenso, cuyo territorio de dos millones de kilómetros cuadrados, si bien no es mayor que el de nuestro vecino del norte o países como Brasil, China y Rusia, sí es más grande que el de todos los países europeos.

Otro factor es la orografía; el territorio nacional está cruzado en todas direcciones por extensas serranías y ejes montañosos, careciendo en general de grandes planicies y valles en donde sean más propicias las actividades humanas, incluidas la agricultura y las comunicaciones.

Por último el factor poblacional, y de manera específica, la dispersión y tamaño de los asentamientos poblacionales. Al momento de escribir su ensayo, México todavía era predominantemente rural y la mayoría de la población vivía en localidades inferiores a mil habitantes.

Las cosas han cambiado desde entonces, México ya no es un país predominantemente rural, pero los demás factores citados persisten, incluida la enorme cantidad y reducido tamaño de muchísimos asentamientos poblacionales. Dichos factores influyen en los resultados obtenidos hasta ahora por la estrategia de política social que hemos seguido.

Desde hace ya varios años,la política social en México se ha concentrado principalmente en atacar las restricciones que impiden el desarrollo de las capacidades básicas de millones de mexicanos.

Las capacidades básicas a las que me refiero son, primordialmente, las que se derivan de una buena educación, salud y alimentación. En este sentido, existen programas como “Oportunidades” que, mediante un enfoque

de corresponsabilidad por parte de los beneficiarios, promueven en el medio rural los tres componentes antes mencionados.

Adicionalmente, existen también una multitud de programas más limitados que ata- can, por separado, alguno de esos tres componentes básicos.

También es cierto que, aunque la política social se ha concentrado en reducir las res- tricciones al desarrollo de dichas capacidades básicas, también se han instrumentado otros programas encaminados a promover la formación y conservación del patrimonio, lo primero principalmente a través de los programas de vivienda y lo segundo a través de programas de aseguramiento contra eventos catastróficos en la salud y el ingreso de las personas, por ejemplo, el Seguro Popular.

No obstante lo anterior, los resultados obtenidos hasta ahora no han sido del todo alentadores, toda vez que hoy en día 45 millones de mexicanos siguen hundidos en la pobreza.

Dicho todo lo anterior, cabría pensar en la posibilidad de que uno de los problemas es- tructurales de la estrategia de combate a la pobreza en México es que ésta sea, predominantemente, rural.

El que la política social en México sea mayoritariamente rural por supuesto que tiene lógica; toda vez que de los 45 millones de mexicanos en situación de pobreza, 21 millones viven en el campo, además de que los más pobres de los pobres también viven ahí.

Sin embargo, el hecho de que la mayoría de los programas sociales focalicen sus esfuerzos y sus recursos hacia localidades rurales inferiores a 2 mil 500 habitantes podría estar inhibiendo, en cierta forma, el proceso natural de urbanización que sigue nuestro país.

Un ejemplo sería el mismo Programa “Oportunidades”,que sólo puede llegar a las lo- calidades rurales que cuentan con una escuela, brindándose en muchos casos el servicio médico a través de unidades móviles.

Muchas comunidades a las que todavía no llega “Oportunidades” reciben, mientras tan- to, un apoyo alimentario, pero ¿es efectivo llegar a todos lados a tan alto costo? ¿Tiene sentido llegar a localidades sumamente pequeñas? ¿No tendría más sentido incentivar a través de los mismos programas el desarrollo de centros poblacionales de mayor tamaño? Al me- nos, fomentar ciudades muy pequeñas en donde sea menos costoso proveer los apoyos de salud y educación, además de una mayor infraestructura de servicios y comunicaciones.

El caso contrario también se presenta, ya que es posible que el otorgamiento actual de apoyos y servicios públicos de manera directa en localidades de mayor tamaño, esté teniendo como efecto inhibir el desarrollo y la competencia entre posibles proveedores privados. En dicha situación, lo mejor tal vez sería otorgar el apoyo a través de vales, cuidando en todo momento que el receptor del apoyo sea quien realmente necesita el apoyo y solicitando, a cambio, una corresponsabilidad.

En resumen, tal vez es el momento de preguntarnos: ¿cómo podemos ser más efectivos? Existen 21 millones de personas en el campo que viven en la pobreza, pero también existen 24 millones que viven en la pobreza urbana, y no estamos hablando necesariamente de grandes ciudades, sino de asentamientos de más de 2 mil 500 habitantes. ¿Hasta dónde podemos y debemos llegar?


Victor Chora

Publicado en periódico EL NORTE el 06 de febrero de 2008.


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