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Genios de la calle

Foto del escritor: Victor ChoraVictor Chora

Un niño con atención de sus padres y apoyo de la escuela puede revelar su gran talento, en contraste con los niños de la calle olvidados hasta volverse invisibles.



Agradable resultó saber de Horacio, el niño de 11 años que además de cursar el quinto de primaria, acude dos tardes por semana a la Universidad Autónoma de Hidalgo para llevar algunas materias de la carrera de Geología. Si esto pudiera parecer poco, se asegura también que este niño obtiene las máximas calificaciones entre sus compañeros universitarios.

A Horacio lo han catalogado como un “niño genio”. Incluso, él forma parte de un programa especial de la SEP para el apoyo

de talentos. El programa se llama “Propuesta de atención para alumnos sobresalientes” y al parecer, ya tiene detectados a 10 talentosos niños a nivel nacional.

Ignoro si Horacio realmente es o llegará a ser lo que los expertos consideran un genio o un talento. Treffinger y Feldhusen señalan que “los talentos emergen y crecen evolutivamente y algunos no llegan a emerger por- que no se produce una adecuada estimulación”. También mencionan que “es importante que todos los que trabajan con niños y jóvenes vean los talentos y potencialidades como algo educable y emergente, no como algo fijo e inmutable”. Seguramente existen visiones alternativas al respecto.

De cualquier manera, Horacio es un niño especial, hijo también de una madre especial, quien siendo la jefa de una familia de escasos recursos –ella se dedica a la costura y al pastoreo de borregos– ha sabido conducir a su hijo por un camino que, esperamos todos, los habrá de llevar al éxito en muchos aspectos.

De hecho, su madre lo acompaña cada lunes y miércoles desde Actopan, su pueblo na- tal, hasta la universidad ubicada en la capital, Pachuca. Por su parte, el rector de esa universidad espera que esta experiencia con Horacio sea útil para diseñar modelos especiales de atención educativa y psicológica para niños con habilidades extraordinarias.

Enhorabuena por Horacio, por su mamá y por las autoridades gubernamentales y universitarias que lo han apoyado.

Para mí, esta historia es una especie de contraparte de otra que apareció en los me- dios hace poco. Se trata de la historia sobre los niños de la calle que desayunaron con el ex Presidente Fox, justo antes de que tomara posesión en diciembre de 2000.

Pese a lo que todos habrían deseado, a Jovanni, “Puerquito”, “Dálmata”, “Media Vida”, “Jarocho” y “Landy” no les fue nada bien después de ese prometedor desayuno.

Según cuenta la historia, Jovanni tiene dos hijos con mujeres distintas. El “Media

Vida” lava puestos ambulantes y es drogadicto. De “Jarocho” no se sabe nada. “Puerquito” murió por una sobredosis de droga y “Dálmata” también falleció, de sida.

Esta triste historia es simplemente un referente conocido de muchas otras, historias desconocidas, que cotidianamente se cruzan con nosotros, en algún crucero, de camino a la escuela o el trabajo.

Buscando algunas estadísticas que me permitieran conocer más sobre estos niños consulté el “Reporte sobre la situación de los niños del mundo 2006”, de UNICEF. Para empezar, el reporte menciona que es muy difícil cuantificarlos, aunque estiman que 6 de cada 10 personas que viven en las calles son menores de 18 años.

El reporte también señala que la mayoría de ellos no son huérfanos, pero muchos han huido de sus casas por maltrato físico y/o emocional. Los niños varones son los que generalmente huyen primero, pero las niñas que huyen son las que menos probabilidades tienen de regresar.

Los niños de la calle constituyen una paradoja porque, aunque son fácilmente identificables, también son invisibles para muchos sectores de la sociedad, convirtiéndose así en un grupo sumamente vulnerable; muchas veces son agredidos incluso por quienes se supone deberían brindarles alguna protección.

¿Por qué los niños de la calle son contra- parte de historias como la de Horacio? Porque en ambos casos, una participación decidida y coordinada de la sociedad puede ayudar a transformar dramáticamente las perspectivas de estos niños.

En el caso de Horacio, aunque es hijo de una madre soltera y de condición humilde, coincidieron algún profesor atento, el gobierno en sus distintos niveles, la universidad estatal y, por supuesto, su propia madre.

En cuanto a los niños de la calle, además de que carecen de ese soporte familiar que sí tuvo Horacio a través de su mamá, simplemente no se aprecia que ningún sector de la sociedad les pongamos demasiada atención. Son efectivamente, como señala UNICEF, invisibles.

Historias como la de Horacio son las que quisiéramos ver y leer todos los días. Pongamos atención y dediquemos tiempo, recursos y esfuerzo a los niños de la calle, como si fueran unos genios de la calle.


Victor Chora

Publicado en el periódico EL NORTE el 22 de mayo del 2007

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